martes, 26 de mayo de 2015

mi primera vez hetero

Fue en junio del año 1999,cuando yo tenía 17 años. Eran los últimos díasde clase y se notaba la entrada del verano. En mi clase del institutohabía una chica que me gustaba muchísimo.Se llamaba Alicia y era unos meses mayor que yo. Por mi timidezcasi no me atrevía a hablar con ella, y cuando lohacía yo creo que se notaba a la legua que estaba coladísimopor ella. El día en cuestión,el 11 de junio (no se me olvidará nunca), Alicia llevaba unos shortsy una camiseta de manga corta unas cuantas tallasmayores que la suya, que le llegaba hasta la mitad delmuslo. Al verla así vestida empecé a tener todoslos pensamientos que puede tener un chico de 17 añosen un día caluroso. Quién me iba a decir a míque esa tarde acabarían convirtiéndose en realidad.Ese día tuvimos una hora libre; un profesor no habíapodido venir, pero como mi instituto era de esos en los queno te dejan ni respirar sin permiso, no nos dejaronsalir en la clase, recomendándonos queestudiáramos los exámenes que se nos venían encima.Pero nadie estudió. Alicia, que se había sentado solaen una mesa, se acercó a mí, que también estaba solo,y nos pusimos a hablar; no me acuerdo de qué, porque estabahipnotizado mirando sus ojos verdes y su cara preciosa,con una fantástica melena de pelo negro muy liso.De la conversación sólo recuerdo que en un momento dadome preguntó si tenía algo que hacer esa tarde. Casime da un infarto: ¡por supuesto que no tenía quehacer nada! ¿Cómo iba a haber algo más importanteen el mundo que verla a ella? La excusa eran unos apuntesde matemáticas. Quedamos en su casa a las seisde la tarde.
Se pueden imaginar que esa tardeestuve tremendamente nervioso. No era la primera vezque iba a casa de una chica, por supuesto, pero estavez iba a la de la que me traía de cabeza. Estuvemedia hora bajo la ducha, me preparé como se preparauno para una cita. Un cuarto de hora antes de la horaya estaba en su portal. Pulsé el porteroautomático y en unos segundos oí su voz, que me invitóa subir. Una vez arriba me abrió la puerta. Tuve elsegundo amago de infarto del día: ¡estaba en albornoz,acababa de ducharse! Su pelo mojado, el amplio escote que dejabael albornoz, sus pies descalzos… Automáticamentetuve una erección de caballo. Rápidamente tratéde disimularla con la carpeta que llevaba en la mano,ya que mis bermudas no la disimulaban en absoluto. Ellaestaba sorprendida de que hubiera llegado tan pronto,no le había dado tiempo a vestirse, pero no se sintióincómoda con mi presencia, más bien al contrario.Como veía que yo estaba muy cortado, me llevóa su cuarto. Por el camino me contó que estábamossolos, que sus padres, que trabajaban en una empresa deseguros, habían salido en un viaje de negocios.Solos. Absolutamente solos, yo y la chica a la que habíadedicado tantas noches calientes en la soledadde mi habitación.
Me senté en su cama mientrasella se secaba el pelo con una toalla. Lo siguiente quepasó me dejó completamente alucinado; empezóa deshacer el nudo de la cinta del albornoz. Yo hiceun amago de marcharme de la habitación, de formarefleja ante lo que se avecinaba. Ella me dijo:
- Oye, por mí no te vayas,¿eh? Yo lo del pudor lo tengo superado desde que voy ala piscina (en nuestra conversación de esa mañaname contó que practicaba la natación desde pequeña). – No, si yo también, peroes que… – De todas formas contigo me importamenos todavía.
Esa última frase síque me dejó en el sitio. ¿Realmente ella tambiénsentía algo por mí? No tuve tiempo de reaccionar, pues antemí cayó al suelo el albornoz, como cuando se inaugurauna escultura, y es que no era para menos. Creo queme quedé con la boca abierta. Sus pechos no eran demasiadograndes, pero eran redonditos y compactos; sufigura, espectacular; sus piernas, de locura; y su coño…¡buah! Era la primera vez que veía unoen vivo y en directo. Tenía poco vello, era precioso. Mi pollaestaba totalmente enhiesta, y la posiciónde la carpeta empezaba a resultar sospechosa.
- Joder, David, parece que no hasvisto una tía desnuda en tu vida, hijo. – Pues com
o tú, nunca. – Vaya halago. Tú tampocoestás nada mal.
Así, totalmente desnuda,se sentó a mi lado. Toda esa soltura no la podía darla piscina municipal ni de coña. Más tarde meenteraría de que se había cepillado a medio barrio. Nos miramos unrato largo a los ojos (aunque yo estaba deseando mirarlea muchos otros sitios) y nos besamos como locos.Yo tampoco era experto en besos -y menos de esetipo-, pero hay cosas que no hace falta aprenderlas.Con tanta agitación se me cayó la carpeta al suelo.Ella me miró la entrepierna y sonrió.
- Vaya trancazo que tienes, David.
No era para menos. Mis 18 centímetrosde polla a esa presión se veíanmajestuosos. Yo no sabía qué decir, así que ella siguióhablando:
- ¿Alguna vez lo has hechocon alguien? – Pueees la verdad es que… no. – Yo estoy deseando que me la metasentera.
Comprendí que ese era eldía en que mi vida iba a cambiar. Dejé todos losmiedos de lado y me entregué al sexo. Ella me quitó lacamiseta en medio segundo y yo me bajé las bermudas.Por la parte superior de mi slip asomaba media verga con lapunta ya brillante. Ella la agarró con fuerzay empezó a masturbarme. Yo me dejé caer hacia atrásgimiendo de placer. Gran parte de mi conocimiento acercadel sexo provenía de las películas porno queveía a escondidas los viernes por la noche en el Canal Plus,así que tomé yo la iniciativa, separé sus piernasy comencé a chupar los labios de su vagina. Eso le gustómucho.
- Aaaaah, David, qué bienlo haces, tío. Sigue, por favor.
Yo estaba entusiasmado chupandoy chupando. Después de unos minutos, ella, excitadísima,me derribó contra el colchón y se puso sobremí, de rodillas en la cama, con su vagina chorreante cercade mi polla. Yo no hablaba, simplemente cerrélos ojos. Noté cómo una mano tomaba mi miembro y, en dossegundos, lo noté dentro del coño de Alicia.No puedo describir con palabras lo que sentí enesas décimas de segundo en las que mi glande se escurrióhasta el fondo de su vagina. Una vez dentro, empezóa subir y a bajar. Yo seguía con los ojos cerrados,los labios apretados, intentando no correrme en ese mismoinstante (mi excitación, como comprenderán,era tremenda). Ella fue variando el ritmo, en algunos momentosparó (la muy cabrona notaba perfectamente queestaba a punto de correrme). No nos dio tiempo acambiar de postura. Cuando abrí los ojos y via Alicia botando sobre mi pene, que desaparecía porcompleto en su coño y volvía a aparecer, dije:
- ¡Aicia, me voy a correr!
Ella rápidamente se levantó,justo antes de que expulsara unos tremendos chorrosde semen calentísimo, que cayeron sobre mí, sobrela cama y sobre ella. Fue el orgasmo más intenso quehe tenido en mi vida, y posiblemente también elmás largo. Eyaculé cantidades industriales de leche, y después,me quedé como muerto sobre la cama, boca arriba, todavíaempalmado.
Alicia me besó otra vez.
- No has estado nada mal para serla primera vez.
Eso me llenó de orgullo.Nos seguimos besando y después, tras limpiar comopudimos los chorretones de semen, nos vestimos y solucionamoslas dudas de sus apuntes de matemáticas.
Les he querido contar mi primeraexperiencia porque me marcó mucho. Másadelante tomé conciencia de lo arriesgado que había sidono usar condón, pero en esos momentos ni nos acordamos de él.Afortunadamente no pasó nada. Volvía hacer el amor con Alicia dos veces más ese verano. Despuéscreo que se echó novio. Aunque yo me sentía muy atraídopor ella, empecé a salir con otra chica de mi barrio, estuvimosbastante tiempo juntos, pero hemos roto hace yaunos meses. Yo creo que todavía hoy sigo obsesionadocon Alicia.
Si desean escribirme para contarmelo que quieran, mi e-mail es: mariedurane95@gmail.com


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